jueves, 13 de octubre de 2011

Estaciones III - Invierno

El frío entra por mis pies. Me despierto luego de invernar tres meses de sufrimiento. Inverne todo un otoño y desperté en invierno. Abro los ojos y veo el viento relampaguear por mi ventana. Me siento nuevo, distinto. Evolucionado. Vago por las casa, nadie noto mi invernamiento. Me siento en mi cama junto a la biblioteca. Agarro el cuaderno para escribir algo pero un papel cae. Diminuto e insignificante. Contiene el titulo de un libro, el más impresionante libo que leeré jamás, o eso era lo que me dijeron. Recuerdo las ansias que tenia de conseguirlo y leerlo. Ansias que había invernado pero no desaparecido. Tengo que conseguirlo y no me puede detener nada.
Salgo disparado para mi librería habitual, esa que siempre tiene todo lo que quiero. Pero este no. Recorro cada librería que hay en la ciudad, ninguna lo tiene. Busco en todas las bibliotecas, pregunto a conocidos, y nada. El libro sí existe, había sido editado por una conocida editorial hacia unos cuantos años atrás. Lo mas curioso es que en todos los lugares ellos creen que lo tienen y se sorprenden, y me desilusionan, cuando se dan cuenta que no. En si el libro existe, pero parece que no o que dejo de existir cuando yo decidí buscarlo. Intento no resignarme pero los hechos me lo impiden. Me resigno y decido fingir que ya no me interesa. Que puedo morir sin leerlo.
Regreso a mis quehaceres pre-hibernación. A escribir compulsivamente sobre amores y desamores, a internarme en el gimnasio sin saber porque lo hago. A vagar solo por las calles en busca de encuentros incontrables. A fingir que no la extraño.
Vuelvo solo a mi casa, recién salido de cualquier lugar. Visto mi bufando y mi campera mas abrigada. El frío hela los huesos. Camino y, como siempre, nunca tomo el mismo recorrido. Doblo en calles diferentes, tomando atajos inexistentes. Tomo uno, que nunca tome, pero que me llama a hacerlo. Camino como vendado, perdido en lo desconocido. No entiendo en que calle estoy y porque nunca la tome.
Me tropiezo y voy de cara al piso. Cuando abro los ojos la veo a ella en lo alto de los escalones y no puedo dejar de mirarlo. Entre sus brazos sostiene el libro. Ese que me muero por encontrar y que parece inexistente. Existe y ella lo tiene. Me le acerco y, contrariando mi timidez a lo extraño, le hablo.
-Hola
-Hola- contesta con una sonrisa mezcla de sorpresa, incomodidad y belleza, que no se define para que lado apuntar-
-Se que suena raro, pero estoy buscando tu libro
-Es estupendo
-Espero que si
Sonríe una vez más, luego mira el libro y me mira a mí.
-Toma, te lo presto- dice alcanzándomelo suavemente
Lo agarro de sus manos casi sin creer en lo que pasa y lo comienzo a examinar. Una tapa negra y oscura con su titulo gigantesco y sus ojos que no me dejan de mirar. “Lo real imaginario” se llama, las paginas amarillentas, suaves y su sonrisa que aflora. Me siento y lo hojeo, leo las letras que forman palabras y sus pecas recostadas.
Ella me interrumpe y me cuenta que lloró al leerlo. Yo la miro sin saber que contestar a eso.
Sigo examinándolo, encontrando hojas dobladas, palabras subrayadas y mis ojos que se tuercen. La miran a ella. Ella me sonríe y comienza a caminar. Yo la sigo llevando el libro en mis manos. Ella se sorprende un poco al descubrir que estoy a su lado y me sonríe otra vez. Le pregunto como se llama, por que es así y si es un ángel. Ella se ríe y me contesta que no es un ángel y que no me piensa responder nada más. Seguimos caminando sin hablar, solamente sintiendo el viento en la cara. Llegamos al parque y ella me frena. Me avisa que se tiene que ir. Yo le pido que no, que espere. Le pregunto como la voy a poder encontrar devuelta que quiero verla. Ella me sonríe y me niega con la cabeza. Después me cierra los ojos y me apoya los labios. Cuando los abro no esta más. Guardo el libro en mi mochila y prendo un cigarro. Camino devuelta a mi casa con una sonrisa con ganas de llegar y leer. Tardo en darme cuenta que la olvidé.

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