Cristian maneja nervioso por la autopista,
mantiene las dos manos apretadas sobre el volante y mira a Romi cada un minuto.
La ve temblar, sufriendo por cada segundo y acelera un poco más. Romi esta
acurrucada en el asiento, con su cabeza a punto de estallar y temblando hasta
los dientes. Su puño cerrado esconde las pastillas que su madre le dio esa
mañana y que nunca tomo. Pastillas que le dieron los médicos para mantenerla
tranquila, para que no vuelva a suceder otro incidente. Pero ella esta cansada
de que todos la controlen, su madre y los médicos. De que siempre intenten
enderezarla para que tenga una vida normal. Y ella lo ama a Cristian, por eso
quiere huir con el. Por eso se subieron al coche y no fueron a la escuela,
tomaron la autopista directo hasta Capital. Donde siempre soñaron vivir juntos
una nueva vida, y ahora iban hacia ella. El dejando atrás su padre golpeador y
el trabajo. Ella su madre y las pastillas. Llevando solamente algo de dinero,
unas mudas de ropas y a ellos mismos.
Cristian aminora la marcha, se esta quedando
sin gasolina. Dobla y entra en la primera estación que se cruza. Baja apurado,
conecta el cargador y corre hacia la estación. Compra una botella de levité, un
par de chicles y sus masitas preferidas. Cuando regresa al coche la encuentra
vomitando a un costado, llorando desconsolada. Ella sabe que es lo que le pasa,
son los primeros síntomas. Algunas veces los experimento, intentando poder
controlarlos, para evitar las pastillas. Los temblores van a crecer y el vomito
se va a duplicar. Ella lo sabe.
Cristian se asusta. Se agacha junto a ella y
la abraza. Lo hace y tiembla junto a ella. Siente que tiemblan tanto que hasta
el piso comienza a hacerlo. Siente que ellos y la tierra son uno con un
terremoto que sucede ahí y en ningún lado más. Se miran a los ojos y hacen
fuerza para pararlo y poder seguir. Fuerza para poder estar juntos un poco más.
De a poco va calmándose y se quedan mirándose por unos segundos hasta que se
van. En el piso quedan las pastillas apiladas.
Siguen el viaje en el auto. Ella sigue
acurrucada y el acelera cada vez un poco mas. Los carteles pasan adelante suyo anunciándoles
que están cada vez mas cerca. El le toma la mano y maneja con una sola. Ella se
mueve y se acomoda para mirarlo. En su mente le resuenan las palabras que
tantas veces le dijo su madre, cada vez que le escupía que él no la amaría si
conociera su verdadero yo. Si supiera lo que de verdad puede causar. Y ella
duda por momentos si no tendrá razón y no hay un verdadero amor. Pero cada vez
que lo ve sabe que la tiene. Junta fuerzas y le sonríe. El se la contesta besándose
dos dedos y apoyándoselos en los labios.
Entran a Capital y el sol les pega en la cara.
La luz se hace cada vez más inaguantable, segándolos de todos lados. Cristian
tarda unos segundos en darse cuenta que el sol no es la única luz que ve, ella también
esta haciendo. Frena en seco y la mira. Flashes de luz salen por sus ojos y
boca. Ella al principio no se da cuenta y cuando lo hace se desespera. Le pide
que se vaya pero el se niega. Le dice que si la ama se tiene que ir. Sale del
auto y se para encima del capo mientras
el corre prometiendo que traerá ayuda.
Mira de reojo y ve como comienza a flotar,
irradiando cada vez más luz. Se frena y decide que no la va a dejar. Corre a través
de la gente horrizada con lo que ve. Toma carrera, salta desde el capo y se
agarra de sus pies. Trepa por su cuerpo y comienza a besarla en todos lados. Su
boca, frente, cachetes, cuello. Ella sigue aumentando su luz hasta que se
convierte en un flash concentrado en el cual ya no se logra reconocer a ninguno
de los dos.
Después media ciudad desaparece.
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